La gran diferencia entre fracaso y derrota es que el primero caso se acepta como una lección por asimilar, un pequeño paso más hacia la meta final. Los fracasos nos muestran el camino equivocado, que una vez reconocido no volveremos a recorrer. Al igual que el zorro, quien se ha ganado el calificativo de astuto, porque difícilmente vuelve a caer en la misma trampa. A menudo, la nube que oscurece nuestro presente sirve para iluminar nuestro futuro.
En cambio la derrota es la decisión de no volverlo a intentar, claudicar ante los obstáculos, renunciar a la posibilidad de convertir el fracaso en éxito. Somos vencidos sólo cuando nos estimamos derrotados.
Los triunfadores tienen la visión de os que desean lograr, con lo cual convierten los obstáculos en retos a superar, en similitud con el alpinista, que visualiza la cima de la montaña como el objetivo a alcanzar, convierte a los obstáculos en retos a dominar. En cambio quien no tiene el suficiente anhelo de llegar a la cima, se desalienta fácilmente ante el esfuerzo que se exige y aún antes de iniciar siquiera el camino se da por vencido.
Si uno ya define y decide qué es lo que desea en la vida, y día a día alimenta su determinación para lograrlo, difícilmente se podrá detener, es tal la convicción que los obstáculos dejan de serlo, y más bien los utiliza como detonadores para lograr l que uno desea. Cada falla, cada fracaso, os convertimos entonces en vientos a favor, asimilando la lección, incrementando nuestra experiencia y fortaleciendo nuestra determinación en lograr los objetivos.
“La nueva generación de líderes está convencida que es preferible renunciar a vivir que declararse derrotado, que ser un perdedor porque se ha dejado de luchar”
En cambio la derrota es la decisión de no volverlo a intentar, claudicar ante los obstáculos, renunciar a la posibilidad de convertir el fracaso en éxito. Somos vencidos sólo cuando nos estimamos derrotados.
Los triunfadores tienen la visión de os que desean lograr, con lo cual convierten los obstáculos en retos a superar, en similitud con el alpinista, que visualiza la cima de la montaña como el objetivo a alcanzar, convierte a los obstáculos en retos a dominar. En cambio quien no tiene el suficiente anhelo de llegar a la cima, se desalienta fácilmente ante el esfuerzo que se exige y aún antes de iniciar siquiera el camino se da por vencido.
Si uno ya define y decide qué es lo que desea en la vida, y día a día alimenta su determinación para lograrlo, difícilmente se podrá detener, es tal la convicción que los obstáculos dejan de serlo, y más bien los utiliza como detonadores para lograr l que uno desea. Cada falla, cada fracaso, os convertimos entonces en vientos a favor, asimilando la lección, incrementando nuestra experiencia y fortaleciendo nuestra determinación en lograr los objetivos.
“La nueva generación de líderes está convencida que es preferible renunciar a vivir que declararse derrotado, que ser un perdedor porque se ha dejado de luchar”